CONSTELACIÓN
DE TAURO
Una de las constelaciones más interesantes de observar es la Constelación de Tauro, una constelación del Zodiaco cuya línea de visión desde nuestra posición es atravesada por el Sol en los días finales del mes de mayo y en los días de junio próximos al solsticio de verano, para pasar, después, a Géminis. En las primeras horas de la noche se observa, desde el sur de España, bastante baja, hacia el Este en los meses de noviembre y de diciembre, y, en los meses siguientes, enero, febrero, va observándose cada vez más próxima al Zenit. En Tauro se pueden observar, fundamentalmente, y de forma muy sencilla, con simples medios de aficionados, varios objetos interesantísimos, algunos distinguibles a simple vista: Una gigante roja: Observable a simple vista, es la alfa-tauri, a 68 años luz de nosotros. Varias estrellas dobles visuales:
Varios cúmulos abiertos: Hay dos de estos cúmulos, observables a simple vista, las Híadas y las Pléyades formados por estrellas azules, muy jóvenes, de gran interés observacional. El resto de los cúmulos son menos asequibles a la observación.
Una gran nebulosa: La famosa Nebulosa del Cangrejo, objeto Messier M1, que corresponde a una explosión de supernova ocurrida en el año 1054.
Dos conjuntos de cúmulos abiertos están incluidos en la constelación de Tauro: las Pléyades y las Híadas. Son el origen de numerosos mitos a lo largo de la historia, gracias a la vistosidad que estos astros tienen, especialmente las Pléyades.
Las Pléyades
Las Pléyades, cúmulo abierto situado en la constelación de Taurus, han sido de gran importancia en todas las tradiciones astronómicas. En la antigua Mesopotámica eran Mul-Mul; "mul" significa "astro", por lo que el nombre debe ser traducido como "el astro". Su nombre aparece mencionado en el más antiguo documento astronómico conservado: un texto de gramática que habría sido compuesto hacia el 2600 a.C. A partir de esta fecha, son numerosas las inscripciones y los relieves de cilindros-sello que los representan, siempre como siete estrellas brillantes. Los egipcios, si bien no les concedieron tanta importancia las mencionan como "los siete Hator", divinidad ésta encargada de medir el tiempo.
La tradición griega adopta el tema con un mito: el de las Pléyades. A la constelación se la conoce también como Heptastera (“siete estrellas”). Eran las hijas de Atlas y Pléyone, llamadas Alcíone, maya, Astérope, Taigueta, Celaeno, Electra y Mérope. Tuvieron la desdicha de que el persistente Orión se enamorara de ellas, persiguiéndolas durante años. Zeus se apiadó de su situación y las convirtió en estrellas, aunque este hecho no impide a Orión seguir persiguiéndolas, sin alcanzarlas nunca, en el firmamento. También hay historias que hacen referencia a Astérope, la más débil de todas ellas y visible con verdadera dificultad sin la ayuda de prismáticos: Astérope habría muerto o caído enferma, cosa que provocaba el llanto del resto de hermanas.
Las Híadas
Se las llamaba "las lluviosas". Su orto helíaco coincidía con el mes de mayo, donde lluvias torrenciales y tempestades eran frecuentes en la Grecia clásica. En los mitos griegos se las identifica con siete hermanas: Élise, Ambrosía, Díone, Feo, Corónide, Eudora y Polixo. Eran unas ninfas, hijas de Atlas y hermanastras de las Pléyades. Zeus les confió el cuidado de Dioniso cuando éste nació, por lo que fueron recompensadas con un sitio en el firmamento. Dioniso es hijo de Sémele y Zeus. Instigada por Hera, Sémele pidió a Zeus que se le apareciera en su forma divina, acto que mató al instante a Sémele. Zeus extrajo el feto de la embarazada y se lo implantó en la pierna para que completase su desarrollo. Cuando nació Dioniso, fue confiado a Ino, hermana de Sémele, y posteriormente a las ninfas de Dodoma, centro oracular consagrado a Zeus, que hacía sus predicciones por el murmullo de las hojas de una encina al moverlas la brisa.
Numerosos poemas se refieren a su llanto, la mayoría de veces aludiendo como causa la muerte de su hermano Hiante al caer en un pozo.
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