Una esfera con una masa de dos millones de soles y un diámetro de más de tres millones de kilómetros (ocho veces la distancia de la Tierra a la Luna), cuya superficie gira casi a la velocidad de la luz, es lo que más se aproxima al agujero negro que han observado astrofísicos estadounidenses y europeos con dos telescopios espaciales. Lo que han conseguido confirmar por primera vez es que los agujeros negros situados en el centro de las galaxias giran a gran velocidad, lo que da pistas sobre cómo y cuándo se formaron y crecieron.
La masa de los agujeros negros galácticos puede ser hasta miles de
millones de veces superior a la del Sol. En la Vía Láctea existe uno de
estos monstruos, pero los astrofísicos se han fijado esta vez en el que
ocupa el centro de una galaxia espiral cercana, la NGC 1365, situada a
56 millones de años luz de la Tierra. Con el nuevo telescopio espacial Nustar de la NASA y el XMM-Newton
de la ESA, han podido probar que el agujero negro rota rápidamente,
aunque sin sobrepasar los límites que impone la teoría, basada en las
ecuaciones de Einstein. Los resultados se publican en la revista Nature.
A pesar de su nombre, los agujeros negros son uno de los espectáculos más luminosos del Universo. Al engullir el gas y posiblemente también las estrellas cercanas al
centro galáctico, liberan cantidades enormes de energía, incluidos rayos
X, que permiten detectarlos
Es un resumen de un artículo publicado por el diario español EL PAIS, edición on-line, el día 27 de febrero de 2013, y firmado por Malen Ruiz de Elvira
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